martes, 18 de enero de 2011

Una Vida sin Pensamientos


El pensamiento tiene un poder enorme sobre la realidad que sentimos. Cada pensamiento viene ligado a una emoción concreta, y cada emoción asociada a un pensamiento. Así puedes crear tu propia realidad, tu forma de sentir, sea una realidad positiva y constructiva o una realidad negativa y de sufrimiento. Puedes imaginar la realidad que desees y puedes construir tu propia realidad. Una misma realidad puede interpretarse con multitud de pensamientos, emociones y sentimientos… ¿Y que hay de verdad en todo esto, qué es real? A lo largo de la vida hemos construido nuestra propia realidad, hemos ido filtrando nuestros pensamientos por vivencias, por educación, por traumas… y ahora cada realidad la interpretamos, actuando como si fuésemos un personaje.

HOY salí a la calle y mirando al cielo, se me llenaba el pecho de amor al ver la belleza y la paz del cielo, las nubes blancas, los pájaros felizmente volando y la luz del sol rozando mi cuerpo. Sentí todo aquello como un regalo y que era afortunada de poder disfrutar de tan simple y encantadora realidad. HOY, la gente por la calle me sonreía y mis ojos, mi cuerpo, y mi boca también. HOY, siento y vivo cada instante tal como es.

Miré el cielo y no pensé nada, miré las nubes y no pensé nada, miré los pájaros y no pensaba en lo que me ocurrió ayer o lo que tenía que hacer mañana. Simplemente sentía lo que el cielo, las nubes y los pájaros me decían, me transmitían paz y belleza. Sentía su sentir y dejaba que acariciase y calmase mi cuerpo.

En silencio escucho la naturaleza y abierta a sentir la realidad, escucho sus mensajes. Así es como dejo de ser una esclava de mi propia realidad, de mis pensamientos, de mis emociones, de mis condicionamientos y los modelos mentales adquiridos.

Cuando paseo por el campo, por la montaña o la playa, presto atención a mis pies, a la firme tierra que me sostiene, que me reconforta y me enraíza al momento presente. Muevo mi cuerpo y dejo que se exprese y se funda entre las hojas de los árboles y el viento. Entonces mis ojos brillan, y hablan de cosas bonitas, de amor, paz, humildad y bondad. Mi cuerpo también se expresa, sintiéndose ligero como una pluma, ágil y lleno de vitalidad y libertad. Mi cuerpo se expande, mis ojos se abren al presente, a la vida…

¿Y cómo sentir unión con todo lo que nos rodea, cómo sentir paz, amor…?

La vida, o mejor dicho la mente, me trajo de todo, momentos de paz y momentos de sufrimiento. Momentos de sentir conexión con todo y momentos de sentir una soledad infinita, fría y desgarradora. Vivir momentos de sufrimiento me dio la oportunidad de aprender, de crecer y me ha enseñado a estar atenta a mis pensamientos, a desvincularme de ellos y a sentir la realidad tal como es, sin pasado, sin futuro, abriendo el corazón al momento que hay ante mis ojos, sin enredarme con pensamientos que me alejan de mi misma, de mi vida y de mi entorno.

¿Y qué puedo hacer cuándo mis pensamientos me atrapan de tal forma que no puedo desvincularme de ellos?

Escúchalos, pero no te identifiques con ellos, dales amor, abrázalos. Obsérvalos, y déjalos pasar, baila, medita, haz yoga, pinta… realiza cualquier actividad que te haga conectar contigo y estar en el presente. No huyas de ellos, pero tampoco les des fuerza, no te enganches a ellos. Si son negativos, reconstruye tus modelos mentales, con afirmaciones positivas, AHORA. Irás sanando heridas emocionales y cambiando tus patrones mentales por pensamientos y emociones positivas, que te darán la libertad que necesitas para estar más cerca de la realidad y de ti mismo/a. Visualiza tus nuevos pensamientos. Si por ejemplo necesitas sentirte seguro/a y tu afirmación es: “Me siento seguro/a y confío en la vida”, imagínate en un paraíso donde no hay dolor ni sufrimiento, en la naturaleza, dentro de unas aguas claras que recorren y relajan todo tu cuerpo. Deja que penetren los pensamientos y sentimientos en tu cuerpo, deja que todo tu cuerpo se llene de esta información, irás sanando tus heridas, dejando lo que no te hace falta, lo que te pesa, lo que te comprime, para dejar paso a todo aquello que te abre a la vida.

Merche

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