viernes, 3 de diciembre de 2010

Porque las Mujeres Esconden su Talento


Esta ha sido una de las mayores calamidades de la historia humana: nunca se ha apreciado a las mujeres por su talento, poco a poco ellas han retardado su talento. Sólo tenía que tener un cuerpo bello y proporcionado, y no tener mente, eso es todo. Eso era lo que se esperaba de ella; si no, el hombre se sentía avergonzado, herido.

De forma que las mujeres han aprendido un truco a lo largo de los tiempos, que las reglas del juego son que la mujer no debe mostrar su talento. No debe hacer nada que hiera el ego del hombre: no debe escribir poe­sía, no debe ser pintora, no debe esculpir; si no, el hombre se siente inferior.

El ego masculino no permite que la mujer tenga ni voz ni voto... y ella tiene algunas cualidades que no tiene el hombre y que no puede tener en esa proporción. Todo lo intuitivo es más asequible a las mujeres que a los hombres; todo lo intelectual es más asequible a los hombres que a las mujeres. El hombre aprecia el intelecto, naturalmente. Él tiene intelecto, luego lo aprecia, y condena la intuición, la llama fe ciega, tontería, estupidez, superstición. La condena porque no la tiene.

En la Edad Media las mujeres a las que llamaban brujas y eran quemadas eran en realidad mujeres muy perceptivas. Los tribuna les masculinos no podían tolerarlas, los curas no podían tolerarlas. La Iglesia entera ha permanecido orientada hacia el hombre, toda la comunidad cristiana es masculina. No hay ni una sola mujer en la Trinidad; toda la jerarquía es masculina.

No estaban realmente en contra de la brujería, estaban en contra de la mujer. Un día u otro, cuando la historia se escriba correctamente, se mostrará que no fue un movimiento contra la brujería. La brujería no tiene nada que ver con ello; era el hombre contra la mujer. Era la inteligencia contra la intuición; era la razón contra algo que es irracional, pero muy poderoso.

Aquellas brujas fueron quemadas, matadas, asesinadas, torturadas, y, por MIEDO, la mujer se ocultó del mundo y se recogió en sí misma. ¡Se asustó! Si mostraba cualquier tipo de talento pensaban que era una bruja. Si el hombre mostraba el mismo tipo de talento, le hacían santo. Lo adoraban como hombre milagroso, y la mujer se volvía una bruja y se trataba de la misma cualidad.

Osho. El libro de la Mujer

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